2188 - Los Balcanes del Cáucaso

N. Lygeros
Traducción al español de Eduardo Lucena González y Olga Raptopoulou

Analizando el mapa de la región del Cáucaso, es difícil no pensar en el contexto de los Balcanes. En esencia, aplastados por la presión de tres grandes países (Rusia, Irán y Turquía), tres países pequeños (Armenia, Azerbaiyán y Georgia) constituyen una región extremamente inestable. Esta inestabilidad es por un lado extrínseca (se trata de las ambiciones territoriales reales) y por otro endógena (se trata de las reivindicaciones territoriales y de la guerra de Artsaj). Así que tenemos una doble inestabilidad que proviene directamente del conflicto entre el Imperio Otomano y Rusia y después de la Unión Soviética. Además, debe añadirse a este explosivo contexto el problema kurdo, el cual crea otra intervención en la zona intermedia entre Turquía e Irán. Por último, es imprescindible tener en cuenta los contactos con la Unión Europea, ya que Turquía es un país candidato a la misma, y los tres pequeños países de Armenia, Azerbaiyán y Georgia se encuentran en la primera fase de la adhesión. Teniendo en cuenta el conjunto de estas condiciones geoestratégicas y disposiciones geopolíticas, el hecho de considerar a Armenia como un estado estable indica bien ignorancia, bien inconsciencia.

Esta imagen es el resultado de la no aplicación del Tratado de Sevres, así como de la ejecución múltiple y selectiva del Tratado de Moscú, Kars, Lausana y Ankara. Sin querer revivir las famosas palabras de Clemenceau sobre tratados y acuerdos, no podemos sin embargo no aludir a la existencia de tensiones que no son sólo superficiales. De hecho, tenemos a nivel local consecuencias de los movimientos reales de las placas tectónicas en el contexto geoestratégico. Por lo tanto, no es prudente y tampoco inteligente esperar de Armenia, con sus fronteras reales y su superficie, que tome iniciativas frente a la candidatura oriental, pero sí que se ocupe del problema del reconocimiento de su genocidio. La situación no nos permite justificar decisiones políticas, pero sin duda permite entenderlas. Por el contrario, se destaca el interés de recuperar partidos políticos de la diáspora de Armenia en el exilio, en el centro de Armenia. Porque debido a la inestabilidad de las fronteras, la gestión y táctica de reformas en el pasado no es una utopía política. La cuestión es simple: no es suficiente quejarse, debemos reivindicar. Y no es suficiente presentar una demanda, hay que ganarla. Sólo que hay que darse cuenta y percibir que esto es posible. El problema de Armenia occidental no es una utopía para la Armenia oriental. Más bien, representa un medio estratégico para fines de estabilidad territorial, porque es esencial tener una frontera natural en el sentido geográfico, a fin de reconfigurar los porcentajes de la población de una manera que es compatible.

En realidad, el verdadero problema es que las fronteras de Turquía son totalmente artificiales en el Cáucaso, y no sólo. Porque en Cilicia, muchos pueblos que eran armenios en 1915 ahora están abandonados o escasamente poblados por los turcos también. Así que tenemos que meternos bien en la cabeza que el reconocimiento del genocidio armenio no es sino un paso en los Balcanes del Cáucaso.